miércoles, 10 de diciembre de 2008

MOLESKINE (8)

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¿Vaticinio, profecía?

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En los años 60 y 70 en Cuba extrañamente nos intercambiábamos regalos materiales al cumplir aniversarios u otras fechas significativas. No es que fuéramos chicos verdes, ecológicos, anti-globalización o anti-consumo: era que simplemente no había nada que consumir. Por eso a veces nos regalábamos otras cosas.

Creo que cumplía 18 años cuando mi amiga Emilia me regaló un trozo de papel cebolla en el que había trascripto a máquina un fragmento de la correspondencia de César Vallejo. Ese papelucho logré sacarlo de Cuba —o mandarlo antes, no recuerdo— y me mira ahora mientras me refiero a él desde detrás del cristal de un cuadro. Me acompaña ya por 40 largos y veloces años. La Pucha (Emilia) siempre fue un poco bruja. Las palabras de Vallejo me definen con una precisión meridiana, y siguen acertando igual hoy como ayer.

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Te conseguí estas palabras de Vallejo para tu cumpleaños:

‘(...) Tengo que ver de agenciarme la vida. Yo no tengo, en verdad, oficio, profesión ni nada. Sin embargo, ¡tengo afán de trabajar y de vivir mi vida con dignidad, Pablo! Yo no soy bohemio: a mí me duele mucho la miseria, y ella no es fiesta para mí, como lo es para otros. Usted ha vivido mi situación en París. ¿Es que no quiero trabajar? A las Usinas he ido muchas veces. ¿Será que he nacido desarmado del todo para luchar con el mundo? Puede ser. Pero este sobresalto diario viene a dar directamente en mi voluntad, y la apercolla y parece haberla tomado de presa preferida. En medio de mis horas más terribles, es mi voluntad la que vibra, y su movimiento va desde el punto mortal en que uno se reduce a sólo dejar que venga la muerte, hasta el punto en que se intenta conquistar el universo, ¡a sangre y fuego!’1

(no debo decirte algo más. Un beso) Emilia.”2

1 © César Vallejo.

2 © Emilia Sánchez

Vallejo_París_Brindis con Henriette y Carlos More

César Vallejo_París_Brindis con Henriette y Carlos More.

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© 2008 David Lago González

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jueves, 7 de agosto de 2008

Elegía sin nombre, (C) Emilio Ballagas

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But now I think there is no unreturn'd love,
the pay is certain one way or another,
(I loved a certain person ardentlyand my love was not return'd,
Yet out of that I have written these songs.)

WALT WHITMAN


Mas ¿qué importan a mi vida las playas del mundo?
Es esta solamente quien clava mi memoria.

LUIS CERNUDA



Descalza arena y mar desnudo.
Mar desnudo, impaciente, mirándose en el cielo.
El cielo continuándose a sí mismo,
persiguiendo su azul sin encontrarlo
nunca definitivo, destilado.

Yo andaba por la arena demasiado ligero,
demasiado dios trémulo para mis soledades,
hijo del esperanto de todas las gargantas,
pródigo de miradas blancas, sin vuelo fijo.

Se hacían las gaviotas, se deshacían las nubes
y tornaban las olas a embestir a la orilla.
(Tanta batalla blanca de espumas desatadas
era para cuajar en una sola concha, sin imagen
de nieve ni sal pulida y dura.)

El viento henchía sus velas de un vigor invisible,
danzaba olvidadizo, despedido, encontrado
y tú eras tú.
Yo aún no te había visto.
Hijo de mi presente —fresco niño de olvido—
la sangre me traía noticias de las manos.
Sabía dividir la vida de mi cuerpo como el canto en estrofas:
cabeza libre, hombros,
pecho,
muslos y piernas estrenadas.
Por dentro me iba una tristeza de lejanas, de extraviadas palomas,
de perdidas palabras más allá del silencio,
hechas de alas en polvo de mariposas
y de rosas cenizas ausentes de la noche...
Girasol en los sueños: aún no te había visto.
Imán. Clavel vivido en detenido gesto.
Tú no eras tú.

Yo andaba, andaba, andaba
en un andar en andas más frágil que yo mismo,
con una ingravidez transparente y dormida
suelto de mis recuerdos, con el ombligo al viento...
Mi sombra iba a mi lado sin pies para seguirme,
mi sombra se caía rota, inútil y magra;
como un pez sin espinas mi sombra iba a mi lado,
como un perro de sombras
tan pobre que ni un perro de sombras le ladraba.

iYa es mucho siempre siempre, ya es demasiado
siempre, mi lámpara de arcilla!
iYa es mucho parecerme a mis pálidas manos
y a mi frente clavada por un amor inmenso,
frutecido de nombres, sin identificarse
con la luz que recortan las cosas agriamente!
iYa es mucho unir los labios para que no se escape
y huya y se desvanezca
mi secreto de carne, mi secreto de lágrimas,
mi beso entrecortado!

Iba yo. Tú venías,
aunque tu cuerpo bello reposara tendido.
Tú avanzabas, amor, te empujaba el destino,
como empuja a las velas el titánico viento de hombros
estremecidos.
Te empujaban la vida, y la tierra, y la muerte
y unas manos que pueden más que nosotros mismos:
unas manos que pueden unirnos y arrancarnos
y frotar nuestros ojos con el zumo de anémonas...

La sal y el yodo eran; eran la sal y el alga;
eran, y nada más, yo te digo que eran
en el preciso instante de ser.

Porque antes de que el sol terminara su escena
y la noche moviera su tramoya de sombras,
te vi al fin frente a frente,
seda y acero cables nos tendió la mirada.
(Mis dedos sin moverse repasaban en sueños
tus cabellos endrinos.)
Así anduvimos luego uno al lado del otro,
y pude descubrir que era tu cuerpo alegre
una cosa que crece como una llamarada que desafía al viento,
mástil, columna, torre, en ritmo de estatura
y era la primavera inquieta de tu sangre
una música presa en tus quemadas carnes.

Luz de soles remotos,
perdidos en la noche morada de los siglos,
venía a acrisolarse en tus ojos oblicuos,
rasgados levemente,
con esa indiferencia que levanta las cejas.

Nadabas,
yo quería amarte con un pecho
parecido al del agua; que atravesaras ágil,
fugaz, sin fatigarte. Tenías y aún las tienes
las uñas ovaladas,
metal casi cristal en la garganta
que da su timbre fresco sin quebrarse.
Sé que ya la paz no es mía:
te trajeron las olas
que venían ¿de dónde? que son inquietas
siempre;
que te vas ya por ellas o sobre las arenas,
que el viento te conduce
como a un árbol que crece con musicales hojas.

Sé que vives y alientas
con un alma distinta cada vez que respiras.
Y yo con mi alma única, invariable y segura,
con mi barbilla triste en la flor de las manos,
con un libro entreabierto sobre las piernas quietas,
te estoy queriendo más,
te estoy amando en sombras,
en una gran tristeza caída de las nubes,
en una gran tristeza de remos mutilados,
de carbón y cenizas sobre alas derrotadas...

Te he alimentado tanto de mi luz sin estrías
que ya no puedo más con tu belleza dentro,
que hiere mis entrañas y me rasga la carne
como anzuelo que hiere la mejilla por dentro.

Yo te doy a la vida entera del poema:
No me avergüenzo de mi gran fracaso,
que este limo oscuro de lágrimas sin preces, naces
—dalia del aire— más desnuda que el mar
más abierta que el cielo;
más eterna que ese destino que empujaba tu
presencia a la mía,
mi dolor a tu gozo.

¿Sabes?
Me iré mañana, me perderé bogando
en un barco de sombras,
entre moradas olas y cantos marineros,
bajo un silencio cósmico, grave y fosforescente...

y entre mis labios tristes se mecerá tu nombre
que no me servirá para llamarte
y lo pronuncio siempre para endulzar mi sangre,
canción inútil siempre, inútil, siempre inútil,
inútilmente siempre.

Los pechos de la muerte me alimentan la vida.


(C)Emilio Ballagas (Camagüey-La Habana)
(De: Antología de poesía moderna en lengua española, Ed. Trillas, México, 1986.)

introducción

Cómo dar nombre a un blog que pretende abarcar tan amplias, sencillas y a la vez oscuras y complicadas reflexiones sin caer en el esquematismo y en el simplismo, en la elementalidad reductora de un término... Por una parte me resulta casi imposible; por otra me niego a caer en los clichés establecidos por la sociedad heterosexual y por la propia sociedad homosexual, me niego a llamarlo de una forma antes de que alguien no haya llamado a lo secularmente establecido por su nombre de contrapartida.

Es por ello que me apoyo en el poema de Emilio Ballagas (Camagüey–La Habana) para llamar a las cosas de una digna manera sin tener que definirlas.